Dios nos elige para estar con él - Homilía

Este semestre como parte del Curso sobre los libros proféticos de la Biblia, me tocó estudiar con mayor profundidad el pasaje de la vocación del profeta Isaías (Is 6,1-13) y redactar una homilía para este domingo en que la Iglesia la toma como primera lectura. Se las comparto. Espero su feedback.
Homilía para el Domingo V del t. O., Ciclo C
Ver lecturas del domingo 
Me platicaba una buena amiga, que el otro día al llegar a una cena y mencionar que venía de misa, el anfitrión de la casa le preguntó: «¿Y por qué sigues yendo a misa?» La pregunta la tomó desprevenida, sólo después de unos momentos pudo responder–medio a la defensiva–: «Porque creo en Dios, porque tengo tanto que agradecerle». Y ella me decía: «Mi amigo no me entiende, piensa que pierdo mi tiempo pero no es así». Y a ustedes, ¿ya les han hecho la pregunta? ¿Y qué respondieron o qué responderían?
La liturgia de este domingo nos ayuda a responder esta pregunta recordándonos que nuestra fe y nuestra relación con Él ha sido y es un regalo de Él. Venimos porque creemos que Dios nos ha elegido libremente, que Él quiere ser nuestro Padre, nuestro Amigo y nosotros hemos correspondido a esa amistad, a su amor. Y no todos han recibido el don de la fe, o no todos a quienes Dios se lo ofrece lo han aceptado. La fe no iniciativa nuestra, no es «nuestra gran idea» de cómo mejorar el mundo. ¿O acaso hay alguien aquí presente que venga a misa porque sin conocer a Dios llegó a la conclusión que esto era lo más productivo o lo más divertido que podía hacer? Los criterios de Dios, no son los del mundo: diversión y utilidad. Vivir nuestra fe, orar, venir a misa, vivir la caridad es una respuesta al amor de Dios. Venimos a misa, por amor, para agradecer a Dios que nos haya elegido y nos haya querido tener muy cerca de Él.
¿Quién era Pedro para que Jesús escogiera subirse a su barca? ¿Quién para que haya hecho un milagro así en su favor? ¿Quién era el profeta Isaías para que Dios le concediese verle en toda su majestad y su gloria? ¿Quién San Pablo para que Dios lo eligiera para ser su apóstol por todo el mundo? Alguno podrá decir: «Bueno, es que ellos eran San Pedro, primer Papa, Isaías, uno de los grandes profetas, San Pablo, el gran apóstol, ¡por ello los escogió Dios! Ellos eran santos… y yo no». ¡Pero lo sorprendente es que Dios los escogió cuando todavía eran pecadores! El profeta Isaías exclama cuando ve a Dios: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros», San Pedro exclama también «Apártate de mí, que soy un hombre pecador», San Pablo dirá: «Yo soy indigno de llamarme apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios».
Es necesario que como ellos también nosotros reconozcamos con humildad quienes somos delante de Dios: somos pecadores, hombres frágiles y no obstante llenos de esperanza, pues podemos decir con San Pablo: «Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy», un hijo de Dios, un cristiano que vive su fe, que ama a sus hermanos; «la gracia de Dios no ha sido estéril en mí». Cuando recibo y coopero con la gracia de Dios es que empiezo a ser perfecto. Cuando «remo más adentro» alejándome de la cómoda orilla de mis seguridades y «lanzo las redes porque Él lo dice» entonces es cuando Dios bendice abundantemente mis esfuerzos. A la celebración eucarística venimos también a poner en manos de Dios todos nuestros esfuerzos, nuestros proyectos, nuestros intentos exitosos o fracasados de hacer el bien y le pedimos a Dios que los bendiga.
El Papa Francisco habla frecuentemente de la misericordia. En esto consiste la misericordia, en que Dios, sin que nosotros lo merezcamos nos atrae hacia él, nos purifica y da una misión personal. ¿Quién eres tú para ser colaborador de Dios, amigo de Dios? ¡Y sin embargo, Dios así lo quiere! Amigos, esta realidad, debe conmovernos, debe asombrarnos, debe ponernos de rodillas: ¡el Creador del universo, el Omnipotente al que todos los ángeles sirven… quiere pasar tiempo conmigo, se interesa por mí, necesita de mi ayuda! Misericordia es este «abajarse», este ayudar al que de otro modo no puede sobrevivir, no puede mejorar. Y es que sin Dios, no podemos salir de nuestro egoísmo y nuestro pecado. Él nos dice: «Hey, ¡no temas! No te alejes de Mí, mi gracia es más fuerte que tu pecado, yo quiero perdonarte, yo puedo sanarte y convertirte  y tengo un gran plan para ti… pero sólo si tú quieres». Él es capaz, pero necesita que le dejemos actuar en nuestra vida.
Yo creo este domingo el Señor nos invita a responder con nuestra vida a esa pregunta «¿y tu, porqué vienes a misa?» y nos llama como a San Pedro y a San Pablo a predicar nuestra respuesta. ¿Se refleja en tu vida, en tu conducta, en tu estado de ánimo que Dios te ama, qué es tu Padre, tu amigo? ¿Se refleja en tus palabras, en tus consejos, en tus expresiones la alegría y la confianza en que Dios no se olvida de ti? Creo que un «te invito a venir conmigo a misa» acompañado por este testimonio puede ser efectivo y podemos así ayudar a Dios, como lo hicieron San Pedro, San Pablo e Isaías, a acercarse a otras personas cerradas o alejadas de él. Pidamos a Dios que nos conceda estar cada día más cerca de Él y así ser sus enviados «creibles».


0 commenti:

Publicar un comentario

Me interesa conocer tu opinión. Deja tu mensaje por favor.