Ayer por la mañana me emocioné al conocer el resultado del partido de NFL Patriotas vs. Denver 43-21. Denver parecía y parece un equipo más fuerte y "mi equipo" jugó extraordinariamente para sacar un marcador que pocos esperaban. Nadie me quitó la sonrisa y satisfacción toda la mañana.
Y luego, en el examen de conciencia de mediodía me pregunté por qué era capaz de emocionarme tanto por un resultado deportivo y no me había sucedido lo mismo al saber conocer el final positivo de la novela que se desarrollo alrededor del Sínodo sobre la Familia, donde parecía que una tormenta de falsa misericordia y relativismo amenazaba la tradición y las enseñanzas de la Iglesia, y que la barca de Pedro zozobraba (ciertamente los medios ayudaron a dramatizar los sucesos y declaraciones de los cardenales esos días).
-¡Claro! -me dije- yo sé que Dios es quien lleva los destinos de la Iglesia, y con Él la victoria está asegurada... aquí la fe mitiga el suspenso. ¿Por qué emocionarse?Existe la firme confianza de que todo saldrá bien, aunque las cosas pinten mal. (No así con "mis" patriotas... donde uno hasta se mentaliza para no desanimarse en caso de que al conocer el resultado se de cuenta de que perdieron.)
-¿Y entonces qué, la posibilidad de que se impusieran falsas ideas en el Sínodo era ilusoria? ¿Sólo porque la fe te dice quien vencerá, significa entonces que no existió una verdadera batalla?
-No! La batalla es real. El drama es real y vemos otras batallas que no van bien, hay cristianos perseguidos y un número creciente de mártires en Medio Oriente, personas a las que su dignidad se les pisotea en Occidente, personas que se alejan de Dios y pierden su fe... pero la batalla aún no termina.
Así tocó la campana para el final del examen y tuve que posponer estas reflexiones que ahora retomé. Y me gustaría sacar un 5 reflexiones finales de esta anécdota:
- Parecería que la tormenta está a punto de hacer naufragar la barca de los apóstoles cuando Cristo despierta ante la petición de los apóstoles, calma las aguas y nos dice: ¡No teman, soy yo! Lo mismo en nuestras vidas y nuestras batallas personales. También nosotros debemos pedirle: Jesús, sálvanos, ayúdanos, que mi barca se está hundiendo.
- ¿Acaso la fe elimina el drama humano, la libertad humana, la posibilidad de meter la pata? No. Y misteriosamente la Providencia divina con ayuda del hombre y otras veces a pesar del hombre libre lleva el destino de la Iglesia y la conduce hacia puerto seguro: el cielo.
- Y el hecho que Dios actue en el hombre, en nosotros y junto a nosotros, no le resta mérito a nuestra cooperación, y debemos alegrarnos, porque en verdaderamente también es victoria NUESTRA.
- Así como hablo de "mis patriotas", debo sentir a la Iglesia como propia, no porque sea el propietario o el coach que dicta las reglas del juego sino porque me siento en serio parte de ella. Y me alegro con ella, agradezco con ella, celebro con ella de "nuestros" triunfos, los de la Iglesia, compartir los éxitos de nuestra Madre la Iglesia. (También sufrir con ella por las faltas de sus miembros y por los ataques que recibe.) Tendríamos que de vez en cuando también decir YEESSS!! con ella.
- Tanto el deporte como cualquier otro suceso a nuestro alrededor está compuesto por esfuerzos, actitudes y decisiones humanas... unas alcanzan sus objetivos y se comportan a la altura, ...y otros no. (Por eso el deporte es tan emocionante, aquí nadie tiene el "favor divino" jugando a su favor.) Mi esfuerzo tiene que estar a la altura de mi equipo. Si soy miembro de la Iglesia debo comportarme como tal, es lo menos que esperan mis "compañeros de batalla", mis hermanos en la fe. Mis errores les afectan, mis aciertos les benefician.
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