¿Un «selfie» con el Papa?

Selfie con el Papa

¿Un selfie con el Papa? Ayer mis hermanos teólogos y yo salimos a las calles cercanas a Campo dei Fiori en el centro de Roma a invitar a las personas a acercarse a la iglesia a rezar, a hacer unos minutos de adoración frente al Jesucristo Eucaristía, a dejar una vela frente al altar con una intención de oración, …¿o porqué no, un selfie con el Papa? (Bueno, con una imagen del Papa Francisco en cartón muy realista por cierto).

No todos se interesaban, “agradecían” la invitación con una mueca o ignoraban al seminarista sonriente que los despedía con otro, “Buona sera!”.

Entercambio de experiencias de fe

Sin embargo muchos otros curiosos sí aceptaban la invitación a rezar unos minutos o prender una vela o solitos se interesaban por los “sacerdotes” jugando fut-tennis frente a las puertas abiertas de la Iglesia de la que escapaba bella música de adoración. Quienes se acercaban eran todo tipo de personas, locales y turistas, jóvenes y adultos y papás con carreolas, católicos, protestantes y no creyentes.

Eso sí, todos los que salían de la Iglesia, o que se despedían del seminarista con el que habían platicado un rato, salían agradecidos y  alegres. "¡Qué bonito, qué buena iniciativa, qué bueno que hacen esto!" Estoy convencido que Dios obró milagros ocultos los los corazones que se acercaron a él.

“¿Y lo hacen cada cuando?”…hasta ahora lo hemos hecho en ocasiones extraordinarias, para las canonizaciones de JPII y Juan XXIII y por petición del Papa de mantener estos pasados 2 días las Iglesias abiertas. ¿Pero si ayuda tanto por qué hacerlo sólo de forma extraordinaria? ¿Acaso esa alegría, apertura y “buena ambiente”, acaso la disponibilidad de los hombres de Dios debe darse a cuentagotas? Sé que como religioso en formación mi prioridad es el cultivo de mi vida espiritual, mi vida en comunidad y mi formación académica para fundar mi futuro ministerio sacerdotal en bases sólidas, pero no puedo negar que mi corazón quiere estar en las calles… porque por ellas caminan personas que le necesitan. ¿Por qué no hacerlo más seguido?

Uno de mis hermanos me comentaba, “Si uno fuese sólo por la plaza con la imagen del Papa invitando a un selfie, lo tomarían por un loco, pero eso no susceden cuando nos ven en grupo invitando”. El grupo tiene un poder de persuasión, si es uno, es un loco, si son varios es son innovadores, aunque estén haciendo lo mismo. Y aún estoy convencido de que aunque éramos muchos, algunos nos tomaban por “los sacerdotes extraños que están en la Iglesia de Santa Bárbara”. Pues qué sería si sucediese fuera de cada Iglesia, donde no sólo mi comunidad, sino sacerdotes, religiosos, parejas y jóvenes –toda la Iglesia– todos juntos invitásemos a descubrir la belleza de la fe y la misericordia de Dios. ¡Wow! Qué testimonio tan poderoso sería si fuese en cada Iglesia, por todas partes.

Les confieso que ayer sentí la tentación de invitar mucho, y una vez encaminados dentro de la Iglesia invitar más… es cierto, Dios quiere que muchos entren, pero me hubiera gustado acompañar mejor a quienes no tenían tanta idea. Arrodillarme con ellos, dirigir una oración con ellos, escucharles, aclarar dudas, intercambiar experiencias… yo me imagino así a Jesucristo, con su corazón y atención completos en la persona que tenía delante, una atención “sin prisas”, así se que Él es conmigo. Y esta atención personal es lo que muchos agradecían, y la que logra los verdaderos frutos de la misión. En las Megamisiones en México se me iban las horas platicando con los jóvenes fuera de la Iglesia, enseñando canciones de misa a los niños.

Misiones

La otra tentación es la de vivir la misión invitando, conversando, retando al fut-tennis, cargando la cruz, atareado en mil ocupaciones de la misión y olvidar “la mejor parte”, y la más necesaria: la oración, la adoración, la petición frente a Jesucristo por el éxito de la misión, para que él –el único que puede– toque los corazones de todas las personas que invitamos y con las que conversamos. El hombre de Dios debe creer en el poder de la oración, empezando por su oración al ponerla por obra. Tenemos que comprender la paradójica eficacia de “perder el tiempo con Jesucristo en adoración” del mismo modo que “perdemos el tiempo” con los amigos y eso es lo que hace transparente nuestra amistad.

Quien no ha participado en una de estas misiones, rurales o por las calles (estilo Nightfever, por ejemplo) les animo a hacer la experiencia.


¡Que Dios los bendiga a todos!

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